13 oct 2011

Clinica de clones

Hoy empezare esta historia de la manera más sencilla, ¿por qué? Quizás porque hay muchas cosas que debieran de ser más simples…

Había una vez… una torre con una altura de 230.4 metros y 55 pisos, tenía además 4 niveles de estacionamiento subterráneo eso sin contar los otros 9 sobre el nivel de la calle, tenía más de 2,000 espacios de autoservicios disponibles. Estaba equipada con 29 ascensores con 2 escaleras de emergencias presurizadas, unidades automáticas que manejaban el aire acondicionado, sistemas mecánicos, eléctricos y de telecomunicaciones en cada piso. Cada piso contaba con una superficie promedio de 1,700 a 1,825 metros cuadrados, libres de columnas y con una altura libre de 2.70m de ahí que cuentan con 84,135 metros cuadrados de espacio para oficinas.

Pero todos esos datos no importan mucho para esta historia… en una de esas oficinas se puede ver a una mujer rodeada de una recepción y sala de espera en total blanco clínico. Donde solo hay un escritorio pos modernista, una silla ergonómicamente adaptable a l cuerpo de la joven recepcionista y una minimalista computadora; frente a ella una pequeña área lounche cuya función es que los pacientes esperen a ser llamados antes de sus citas, las cuales por lo regular tienen que ser acordadas por lo menos con 3 meses de anterioridad.

La mujer interrumpe su rítmico tecleo al ver traspasar la puerta de cristal opaco a un hombre de poco más de dos metros de altura. Justo al momento de su entrada. Con una sonrisa de un blanco azulado le dice. Buenas tardes señor ¿en qué puedo servirle? El hombre en dos paso atraviesa la salita de espera y se aproxima en toda su imponente presencia y con una voz tan grave que retumba. Si, Buenas tardes señorita, tengo una cita. Muy bien señor me da su número de cita por favor. El hombre con movimientos que no se saben si son lentos o alargados busca en su saco una pequeña libreta, la hojea un poco y entre los sonidos del papel al pasar de una página a otra, la voz vuelve a resonar. Es el 0479, 0409, 261. La mujer va tecleando en la computadora los pausados números. ¿Señor Rico, José Gael? Pregunto extendiendo el cuello a punto de la tortícolis. Pasa servirle señorita. Su cita en dentro de 15 min. ¿Me haría el favor de tomar asiento y esperar conmigo a que el doctor termine con su consulta anterior? Claro. Confirma el hombre alargando de nuevo las piernas pero ahora en dirección a la muy acogedora sala.

Antes de que pasen 7 minutos se abre la puerta a un lado de la recepcionista y de ella salen un doctor, bueno, se sabe que es su oficio por los zapatos cómodos, la bata blanca y un bordado sobre el bolsillo del pecho de la bata que dice en letra cursiva Dr. Salazar. Sale comentado con un par de gemelas, dos mujeres rubias, sumamente delgadas y con un cuerpo de envidia femenina. Un de ellas trae unos audífonos y la otra con la atención en el médico, que al parecer le da las últimas indicaciones.

Al salir de la escena estas dos mujeres el Dr. Salazar reconoce a su próximo paciente. Señor Rico, bienvenido que gusto volverlo a tener por aquí. El hombre se levanta e incorpora, saluda estrechamente a su médico y le sonríe gratamente. Pase por favor; señorita por favor tráigame del almacén el pedido del señor, está en el empaque que descargamos el martes. La mujer reacciona y le dice con cara de sorpresa tratando de parecer lo mas indiferente posible. Doctor recuerde que yo llegue aquí el jueves, yo no me encontraba el día del desempaque. Cierto Jimena, perdón, el pedido del señor está en la bodega de prototipos programados. Lo vas a reconocer.

La joven se levanta del escritorio y los dos hombres entran al consultorio que a diferencia de la sala de espera está recubierta de cuadros y reconocimientos en las cuatro paredes, con un escritorio al centro y un par de sillas.

Me da gusto que haya aprovechado la última visita, dígame señor Rico, ¿cómo han funcionado las cosas? Muy bien gracias Doctor, el prototipo anterior ha dado los resultados que yo esperaba, con decirle que en la oficina las cosas van de viento en popa voy en camino a un muy pronto ascenso. El hombre se ve gustoso de platicarlo y todavía con la voz de contrabajo concluye. Todo ha estado mucho más relajado. El doctor ya cómodamente instalado en su silla le sonríe y le asiente.

Se ven interrumpidos por la mujer que entra en la habitación acompañada de lo que pareciese el gemelo de perdido del hombre de dos metros. Este se levanta para ver a detalle a su pedido. El cual parece ausente y sin ningún pensamiento en la mirada. Y bien señor Rico ¿qué le parece? ¿Sabe doctor? dice el hombre muy sonriente. No deja de sorprenderme su trabajo. El doctor suelta una aullante carcajada. Pero Señor Rico si es usted mi mejor cliente, este es el cuarto de usted, que ha obtenido. Se corresponden en carcajadas y ahora los tres toman asiento.

La mujer pone sobre los oídos del prototipo unos audífonos abultados y sale de la habitación en silencio. El clon del hombre mira intensamente a su igual, tratando de absorber cada movimiento, gesto y ademanes, mientras el hombre se dirige al doctor. Creo que este será el último doctor, y la verdad es que no tengo quejas de su trabajo pero creo este ya me dará lo que busco. Y se puede saber ¿para que este Señor Rico? Bueno le confieso que de este tengo mis reservas puesto que se lo entregare a mi actual esposa, quiero reemplazarme, no le contare motivos, digo todos los tenemos, pero me los reservare. El doctor como un gesto amable apresuradamente le interrumpe. No se diga mas Señor Rico, yo solo cumplo con la calidad, el parecido y la semejanza de mis prototipos de clonación para mis clientes. Ya la implementación de estos corre por parte del paciente; creo que solo me queda recordarle la delicadeza del proceso de programación que empieza desde este momento y durante los siguientes 4 días, recuerde que el Prototipo ya tiene instalado el material que usted nos entrego solo queda la ambientación e implementación.

El hombre mientras escucha, se siente con la seguridad suficiente y la experiencia del tema que están tratando, la charla continua así unos minutos más. Hasta que entre sonrisas agradecimientos y un cargo a una tarjeta de crédito la visita al consultorio termina. Y ahora los gemelos que juntos sumarian los cuatro metros de altura salen al mismo paso a la recepción acompañados del doctor de nuevo sonriente y haciendo la invitación a su pronto regreso. En la recepción la secretaria sigue tecleando mientras otra mujer espera su turno en la sala parada en el ventanal. Los hombres salen de la clínica de clones y se cierra la puerta. El doctor se da la vuelta y le dice a la mujer del ventanal. Adelante Jimena, puedes pasar. Esta responde al saludo volteando y así puede verse en ella la misma cara de la recepcionista solo que con un maquillaje menos neutral, se podría decir que más festivo.

Ambos entran en el consultorio mientras la recepcionista sigue en su eterna captura de datos. En cuanto se cierra la puerta se lanzan uno en los brazos del otro. Y entre besos y caricias, surgen las preguntas cotidianas. Mi amor ¿cómo ha estado tu día? Muy ajetreado. Le responde el. De hecho este último señor que acaba de salir, creo puedo tener un problema con él. Le comenta en tono de decepción mientras se sienta en su silla con ella recargada en sus piernas. ¿Por qué amor? ¿Salió algo mal con el físico del prototipo? No para nada, el físico como siempre es perfecto, lo que pasa es que me comento que el clon es para su esposa y pues tu sabes cómo ha sido en caso anteriores con esposas.

Los cariñosos amantes siguen charlando mientras en una de las plantas de estacionamiento de la torre los gemelos de 2 metros suben a un coche, se acomodan dentro de el y se abrochan los cinturones. Te llamas José Gael Rico, dice el hombre con la voz grave que le caracteriza y de una manera que no puede sonar menos autoritaria le ordena a su prototipo, mientras arranca el coche y emprende en reversa. Repite tu nombre.

Del prototipo se escucha. ¡José Gael Rico! Con una voz tan chillante que corto los tímpanos del hombre al punto de frenar en seco su marcha.

FIN



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